Convivir con la idea de que tu cuerpo no es correcto es una amenaza, tu cerebro segrega cortisol y adrenalina continuo y eso te lleva a tener más necesidad de alimentos ricos en azúcar y grasa.
Vivir en lucha con el cuerpo nos lleva a un mayor comer emocional y también a restricción alimentaria (dietas, ayunos, excluir ciertos alimentos). Como consecuencia, te desconectas de tus necesidades (porque empiezas a funcionar por un patrón de mente y eso te impide escuchar tus señales corporales) y terminas en sobreingestas.
Por todo ello, vivir en lucha con tu cuerpo te aleja de tu autocuidado.